Hoy el mundo habla mucho de innovación. Es el trend topic de campos tan diversos como la dirección de empresas, la comunicación, la tecnología y la educación. Hay que ser innovadores. Es el nuevo mandato de los credos contemporáneos. Y ya se vienen creando diversos cursos que sean capaces de formar gente innovadora. No me cabe duda de que se trata de un buen esfuerzo. Pero vale la pena señalar que la innovación no es un fenómeno contemporáneo. El cambio se ha dado siempre y la naturaleza misma viene “innovando” desde el primer momento de la creación. Hoy, con la potencia de nuevas herramientas y la velocidad de los cambios tecnológicos, la innovación se ha acelerado y se presenta como una necesidad. ¡Hay que innovar, pero hay que innovar bien!
Educar bien significa poner los medios para facilitar en los hijos actitudes que dispongan a innovar. Como señala Kimi Shang, citando un counselor de una prestigiosa universidad de la India: Over the next 10 years, grades will matter less, and innovation and communication will be key. Por eso, terminando el año académico y a punto de comenzar un periodo muy útil para la creatividad, como son las vacaciones, deseo resaltar algunas acciones que nos permitan mejorar en este campo
En primer lugar, hay que vivir en casa una actitud bastante socrática. Los padres no deben ser respecto a los hijos la enciclopedia de la sabiduría que lo conoce todo, o una especie de infalible oráculo de Delfos capaz de sentenciar el futuro. Más bien, los papás deben ser, como este buen filósofo griego, buenos “preguntadores”. La pregunta es el arma más poderosa para hacer pensar y para que los jóvenes puedan ensayar diferentes respuestas. Eso sí, ¡todas las respuestas valen en primera instancia, y entre más, mejor! Al igual que el buen Sócrates, podemos luego a través de nuevas preguntas hacer que los chicos refinen sus respuestas, descarten las inútiles, las falsas, e ir descubriendo las que son válidas.
Un segundo punto es recordar que la innovación depende de la experimentación. Obviamente no me refiero a experimentar cosas o comportamientos negativos, sino de darles un espacio para que los niños y jóvenes puedan trabajar sobre la propia realidad. Experimentar es, por decirlo de alguna manera, atreverse a embarrarse con el barro del jardín y a meter la pata hasta el fondo. Más de algún genio creador provocó de niño un pequeño incendio en su casa tratando de hacer algún equipo eléctrico, o un cohete, o experimentar con una mezcla extraña.
El espacio innovador debe comprender espacios poco estructurados tal vez dentro de otros espacios más estructurados. Desde los deportes, el debate, la música, la ciencia, debemos estar dispuestos a que los chicos vayan más allá de los talleres a los que puedan asistir y dejarles libertad para que experimenten ellos mismos. ¿A mi hijo le gusta la música? ¿Va a tomar clases en verano? Pues procura crear un espacio para que luego venga a casa, traiga a sus amigos y arme un concierto que obligue a Serenazgo a tocar la puerta para que la criatura no haga tanto ruido. Sin ir tal vez tan lejos, lo importante es incentivar esos espacios, así como reconocer los logros de los chicos.
Va mi deseo para todas las familias de nuestro colegio para que aprovechen estas vacaciones y todos –papás incluidos- desarrollemos una sana y activa cultura de la innovación.
Renzo Forlin
Director